...y la vida va.

Éste ha sido un verano especialmente triste para mi, y también para el aita. Quizás este sentimiento me venga todos los veranos. Creo que siempre pienso, que es el verano mas triste desde que TU no estás.
Este verano hemos estado la cuadrilla de Oyambre, los que solíamos estar, todos menos TU. Es cierto que me he sorprendido en muchas ocasiones, con una leve sonrisa, mis pensamientos estaban contigo....
Entre bromas y risas de tus amigos, oía tu voz, con tus respuestas y tus risas. Imaginaba tus horas en la playa, pero la realidad era otra. Cuando quería abrazarte, ó simplemente darte la crema, no estabas.
De repente, una tristeza enorme me hacía tocar tierra, y de nuevo tenía que ponerme en pie. ¿Cómo lo consigo? No lo sé. Quizás estás TU para hacerme de apoyo, y puede que además como dice Carlos J. Bianchi, a mí IÑIGO, tal como te gustaba a ti, “a mi me gusta vivir” aunque ahora sea muy duro seguir sin TI.
Veo tanta gente que tiene todos los ingredientes para ser feliz, y sin embargo ….. . Cómo les cambiaría un sólo día de mi vida por uno de ellos, pero claro, cada uno está con su dolor y con su vida, y eso no se puede ni medir, ni cambiar.
Un beso con abrazo,
tu ama.
Bianchi es un terapeuta, y además es un padre que perdió a su hijo en un accidente. Tiene muchas reflexiones, pero hoy he elegido ésta:
Y la vida va…
Al igual que mis semejantes, vivo sin que ello haya significado una decisión personal. Pero lo cierto es que, por alguna razón que ignoro, uno empieza a cumplir años. Están los que confían en que un propósito divino los ha puesto en este mundo, y esta creencia alivia sin duda, sus vastas responsabilidades.
Para los demás, entre los que me incluyo, si miramos atrás, no tenemos a quién hacerle cargo de nuestras andanzas.
El existencialismo, describe largamente el sentimiento de desamparo, la angustia existencial y la enorme responsabilidad que significa representar al género humano, en cada una de nuestras decisiones.
Estas reflexiones ayudan, a quienes no disponen de la atenta y bondadosa mirada de lo divino. Pero lo cierto, y más allá de estas cavilaciones, es que yo me he acostumbrado a vivir. En el curso de los años, se han ido sumando a mis recuerdos ciertas decepciones y no pocas alegrías. Sí, me gusta vivir.
Hace ya mucho tiempo, un día, mejor dicho una noche, uno de mis hijos murió en un accidente. Se llama Martín y tenía para aquel entonces, 20 años. Inútil describir el derrumbe emocional que ello provoca. Sólo aquél que debió sufrir una experiencia semejante lo puede entender. A los demás, a los que sin haber sufrido ese dolor, quisieron acercar alivio a mi tormento, los comprendo y les agradezco su dedicación. He escuchado decir a algunos felices padres: “Si yo perdiera un hijo, me mato”. Pero claro, a mí me gusta vivir. A partir de ese entonces, cambió el universo, habrá quien pueda pensar que exagero, pero si digo que cambió mí universo, quizá se pueda entender mejor. Si me hubiera matado no habría quedado testigo alguno, de la amorosa relación que tuvimos Martín y yo. Sí, otros pudieron conocerla, intuirla naturalmente, pero aceptando que toda relación, amorosa en este caso, es intransmisible, los únicos protagonistas de ese amor, fuimos él y yo. Alguien debía quedar vivo para sostener, recordar y honrar tal incondicional sentimiento. Eso es lo que hice, me hice cargo de la responsabilidad de mantener vivo el recuerdo permanente y cariñoso, de lo que por veinte felices años, fue nuestra relación. Claro que mi vida cambió. Siendo psiquiatra comencé a hurgar en las teorías y a escribir mis reflexiones en cuanto al dolor del duelo. Reflexiones que suelen leer quienes sumidos en el dolor y los interrogantes, buscan respuestas. Pero las respuestas no existen, salvo que las demos nosotros mismos, y cada duelo es precisamente eso: una respuesta personal e intransferible. Obstinado en vivir, estoy envejeciendo, y en el camino he conocido a muchos padres que perdieron hijos, con los que departo cariñosamente cambiando nuestras experiencias. Me sostiene el amor que comparto con mis hijos vivos, mi pareja y mis amigos, y a menudo me demoran las nostalgias por quienes he querido y ya no están. Pero mi universo cambió aquella aciaga noche con la ausencia de Martín. A partir de ese entonces es él, con su presencia distinta, quien le ha complementado a mi vida el compromiso del recuerdo amoroso, y una mirada distinta y comprensiva frente al dolor de los demás.
Vetusta Morla. "Lo que te hace grande"

Comentarios

José Mª Montejo ha dicho que…
Ánimo a los dos¡¡¡ sed fuertes ¡¡¡, echad para adelante ¡¡¡, él no esperaría menos de vosotros.

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